viernes, 26 de febrero de 2016

Después de tantas explosiones conseguiste lograrlo. Me enseñaste a llorar. Sentada, sin recibir el llanto de sorpresa, con pleno consentimiento de que vendrá. Puede que sea frente a todos, en el aula llena con el profesor en frente. Puede ser en la cama en medio de una risa. Puede ser sentada en la plaza de humanidades. Puede ser en la noche mientras duermo o a mitad de una sesión de masturbación. Sé que llegará, tarde o temprano vendrá y lo recibo en calma. Me quedo mirando un punto ciego y dejo que mi tristeza salga en forma de agua. Sin ninguna mueca ni retorcimientos, sin agarrarme las manos presionándome el pecho, sin hundirme en el colchón viejo sofocando los gemidos de mi garganta. Y me quedo así, por unos minutos, unas cuantas lagrimas y vuelvo. Tomo fuerza, respiro y te alejo de mi mente solo un rato para repetir más tarde. Ya llorar no me hincha como antes, si me vieras estarías orgullosa, ya no necesitarías ofrecerme un vaso con agua para calmar mis gestos retorcidos y mi pecho contraído por no poder respirar gracias a mi nariz tapada hasta más no poder. Solo destapo un poco y así consigo continuar mi día como si no tuviera ganas de quedarme en una esquina como un niño pequeño lleno de mocos mientes patalea, queriendo que te sientes a calmarme a acunarme entre tus brazos y decirme que todo ha sido un error y que decides volver. Pero no pasara, así que solo aprendo a llorar, aprendo a comportarme y aprendo a que nadie se de cuenta, nadie, ni siquiera las puntas de mis dedos que siempre han notado cuando me lleno del dolor que me produce el ya no tenerte. Soy fuerte ves? Me has abandonado pero yo sigo aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario